Por: Rvdo. Dr. Francisco Javier Goitía Padilla

El propósito de Dios es la esperanza. En el principio Dios espantó el caos y creó orden, belleza y propósito. Frente al Mar Rojo, Dios abrió paso y nuevas oportunidades a un pueblo esclavizado. Le mostró el camino a Elías acariciándole la mejilla, y, al hacerlo, le regresó la esperanza de entre las hilachas de la muerte. Dios acompaña en valle de sombra de muerte y es nuestro refugio y fortaleza. Oye nuestras voces cuando clamamos entre las corrientes de las aguas. La naturaleza de Dios es su amor y sus acciones producen esperanza. La esperanza que es la anticipación del futuro –documentado en todas estas acciones ya mencionadas– como el cumplimiento de sus propósitos, sostenida en su fidelidad, su pacto y sus promesas.[1] Dios no se quita ni se muda.[2] Dios llega a un pesebre, asume la cruz y deja la tumba vacía. Su esperanza se confirma en la resurrección de Jesucristo por el poder y la obra del Espíritu Santo. El propósito de Dios es la esperanza.

 

El propósito del evangelio es la esperanza. El evangelio es las Buenas Nuevas de Dios en Jesucristo. Es la buena noticia de la presencia misma de crucificado que resucitó en medio de las comunidades de los santos y de las santas que proclaman y confiesan Su nombre para la salvación de todas las personas y de la creación entera. “Porque no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). La encarnación de Jesucristo y su acción redentora –con la fuerza de la Santísima Trinidad– es tanto acción como confirmación del amor de Dios cuya actividad es la esperanza. Este evento es causante de nuestra salvación y produce una gratitud radical e incondicional que es la fuente, sustento y dirección de nuestras vidas. Desde esta gratitud salen nuestras buenas obras y los principios éticos que las dirigen. El propósito del evangelio es la esperanza. 

 

El proyecto de la Iglesia es la esperanza. La Iglesia es el lugar identificable y seguro donde el Dios que crea orden, belleza y propósito; el Dios que acaricia suavemente nuestras mejillas y provee oportunidades a las personas y pueblos esclavizados y que regresa la esperanza de entre las hilachas de la muerte; nos encuentra hoy. Nuestro Dios se hace presente por el poder de su Palabra y la actividad de su Espíritu. La Iglesia es una topografía de gracia en cuyo centro confesamos y glorificamos a Dios y le damos gracias con nuestra adoración y servicio al prójimo en favor de la justicia y la paz. Esta topografía de gracia se extiende en tiempo y espacio –de lunes a sábado en los lugares donde vivimos y trabajamos– con nuestras manos y nuestros pies que continúan, mediante nuestras vocaciones y carismas, confesando, adorando y sirviendo en nuestras faenas y trabajos diarios. La Palabra y el Espíritu llaman y congregan la Iglesia para que ella sea lámpara en medio de las tinieblas en su proclamación y testimonio. El proyecto de la Iglesia es la esperanza. 

 

La tarea del ministerio de la predicación es la esperanza. La predicación no es un sermón, es un ministerio. Un ministerio que continúa la conversación que Dios inició con su creación cuando dijo, “Sea la luz.” Un ministerio que nos enhebra y conecta con el amor y la gracia de Dios que nos redarguye y afirma, que nos desafía y envía. El ministerio de la predicación es un diálogo continuo, intencional y capacitador que Dios provoca, mantiene y ejecuta con su Palabra –el Cristo crucificado y resucitado– que se hace presente por el poder del Espíritu Santo en la topografía de la gracia que es la Iglesia, y que nos atrapa y presenta la esperanza para que vivamos vidas dignas y felices. El propósito del ministerio de la predicación es la esperanza porque presenta a este Dios, proclama este evangelio, y ocurre en esta Iglesia. Los artesanos y las artesanas del ministerio de la predicación utilizan la vida, las Escrituras, y las notas de la Iglesia acerca las Escrituras y de la vida, para crear sermones que presenten este diálogo divino-humano entre Dios y su pueblo cada semana. Entre Dios y su creación. La tarea del ministerio de la predicación es la esperanza.

Francisco Javier Goitía Padilla es Director Senior de Educación para Liderato en la Iglesia Evangélica Luterana en América. Es ministro ordenado y ha pastoreado en Puerto Rico y Chicago, Il. Fue profesor de teología y predicación del Seminario Evangélico de Puerto Rico del 2005 al 2017 y decano del 2012 al 2017. Actualmente es profesor adjunto en varios seminarios en Puerto Rico y EUA.

Recursos

bibliográficos
LibrosBrueggemann, Walter. Finally Comes the Poet: Daring Speech for Proclamation. Minneapolis: Fortress Press, 1989.

The Practice of Prophetic Imagination: Preaching an Emancipating Word. Minneapolis: Fortress Press, 2012.

Pagán, Samuel. Púlpito, Teología y Esperanza. Miami: Editorial Caribe, 1988.

Sancken, Joni S. Words that Heal: Preaching Hope to Wounded Souls. Nashville: Abingdon Press, 2019.

Artículo

Goitía Padilla, Francisco Javier. “Preaching Courage and Hope in the Eye of a Hurricane.” Currents in Theology and Mission. Volume 46, No 2 (2019).

https://currentsjournal.org/index.php/currents/article/view/170/196

 

[1]              Westminster Dictionary of Theological Terms, s.v. “hope”. Traducción libre del autor.

[2]              Del poema “Nada te turbe”, de Santa Teresa de Jesus. Ver https://fsspx.mx/es/news-events/news/nada-te-turbe-nada-te-espante-santa-teresa-de-ã¡vila-35173. Accedido el 14 de julio de 2012.